El Contador y el Espíritu de los Balances Perdidos
El 31 de octubre era la fecha límite. Daniel, un contador meticuloso pero terriblemente nervioso, llevaba un mes sumergido en una montaña de papeles. Una auditoría de dos años atrasada lo perseguía como una sombra. La noche anterior a la entrega, el estrés lo consumió. Necesitaba un escape.
Conectó su ordenador y se adentró en la red, buscando algo que lo distrajera. Sin darse cuenta, descargó un archivo musical con una extraña leyenda: "Melodías del más allá". En cuanto la reproducción comenzó, un escalofrío recorrió su espalda. La música era inquietante, casi hipnótica. De pronto, su ordenador se apagó y al encenderlo, todos los archivos de la auditoría habían desaparecido.
Aterrorizado, Daniel escuchó una voz suave y burlona: "Tus números están a salvo conmigo, contador. A cambio, necesito un alma. El alma de un auxiliar contable". Era el espíritu de los balances perdidos, un ente digital nacido del caos y la desesperación de los contadores.
Daniel, un hombre de números, no creía en fantasmas. Pero las pruebas estaban ahí. Y la voz en su cabeza era cada vez más insistente. No tenía más remedio que aceptar. Sin embargo, no se daría por vencido tan fácilmente.
Recordando las historias de Poe, Daniel ideó un plan. Conocía a un joven auxiliar, muy prometedor pero bastante distraído. Le contó una historia elaborada sobre un antiguo ritual contable que podría aumentar su sueldo si entregaba un objeto personal al espíritu. El auxiliar, crédulo y ambicioso, aceptó sin dudarlo.
La noche de Halloween, ambos se reunieron en la oficina, rodeados de velas y símbolos contables. Daniel, con voz solemne, guió al joven en el ritual. Mientras el auxiliar recitaba una fórmula absurda, Daniel aprovechó un descuido para cambiar un pendrive con datos aleatorios por el que contenía el alma del espíritu.
Al finalizar el ritual, el espíritu, creyendo que había obtenido lo que deseaba, desapareció. Los archivos de la auditoría volvieron a aparecer en el ordenador de Daniel, intactos.
El auxiliar, eufórico, se marchó sin sospechar nada.
Daniel entregó la auditoría a tiempo y fue recompensado. Pero la experiencia lo marcó para siempre. Aprendió a desconfiar de los archivos descargados de internet y a no creer en todo lo que le decían, ni siquiera los espíritus. Y el joven auxiliar, aunque había conseguido un aumento, nunca más volvió a creer en rituales contables.
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